domingo, 13 de julio de 2008

que te la retengo, que te la retengo, te la retengo, te la retengo, ya

En marzo del presente año, los habitantes de Buenos Aires se despertaron alarmados por la humareda que inundaba la ciudad. Las autoridades preocupadas decidieron poner en emergencia la ciudad, y buscar la causa de tan explosivo amanecer. Las retenciones al agro dieron la respuesta.

El modus operandus de las retenciones es muy sencillo. Es un mecanismo fiscal apto para capturar las ganancias extraordinarias que una devaluación le otorga a un grupo de agricultores, en este caso. Este instrumento permite diferenciar el precio al cual se colocan los productos en el exterior del valor local que adoptan los mismos, siendo en Argentina, los productos exportables integrantes fundamentales de la canasta básica e insumos importantes del proceso productivo como son los productos agrícolas.

Al parecer, el incremento de las retenciones a las exportaciones de los principales productos agrícolas y la transformación de su cuota fija en móvil refuerzan la desvinculación de los precios internos respecto de los actuales en el mercado mundial. Las retenciones a las exportaciones han demostrado efectividad como un instrumento forzoso para controlar la inflación, en un contexto de alza de los precios externos. La importancia de esa herramienta se hace más nítida ante los flacos resultados que se observan en el último tiempo con los acuerdos de precios, muchas veces implementados sin fundamento alguno.

La necesidad de incrementar los niveles de retenciones queda en evidencia al observar los precios de los principales cultivos agrícolas durante los últimos meses. Con respecto al valor promedio que registraron en 2006 y 2007, en la actualidad se observa un aumento del 86,9 por ciento en el caso del girasol, de un 75,7 por ciento en la soja y de un 59,2 y 43,4 por ciento en el caso del maíz y del trigo, respectivamente. El precio internacional de estos productos en dólares constantes es el más alto de los últimos 25 años, con la única excepción del maíz, que registró cifras similares en 1996.

Como se ha señalado desde las organizaciones agrarias, la aplicación de retenciones como medida contra la inflación tiene como efecto negativo la reducción de la rentabilidad de las explotaciones agropecuarias, lo cual al desalentar a los trabajadores agrícolas y por consecuente reduciría la producción. Pero este argumento no es válido en la coyuntura actual: los niveles de imposición vigentes no afectan significativamente. Los elevados precios internacionales, en conjunto con el mantenimiento de una moneda depreciada, han permitido un incremento muy significativo de la rentabilidad en el sector agropecuario en la post-convertibilidad, aun con la aplicación de retenciones.. En este contexto, la elevación de las cuotas de exportación no sólo no genera una reducción de los márgenes de rentabilidad con respecto a los registrados en la campaña 2006/07 sino que, más aún, involucra un alza del 43 por ciento de mantenerse los precios vigentes.

El incremento de las retenciones a la producción de soja eleva la rentabilidad relativa de otros cultivos. En el caso de esta última actividad, que mantiene una elevada rentabilidad absoluta, la mejora de la relativa podría permitir la expansión ganadera en terrenos antes dedicados a la producción agrícola. Se trata de un efecto relevante por cuanto podría evitar, en el mediano plazo, las significativas restricciones en la oferta que han afectado ya el abastecimiento de los mercados internacionales. En pocas palabras, el aumento de la cuota de las retenciones hace prever una mayor recaudación fiscal, sin afectar negativamente la producción primaria. Queda, sin embargo, todavía pendiente si estos fondos son usados de una forma correcta para lograr el objetivo de mejorar la repartición de bienes y servicios y disminuir la desigualdad de clases sociales en la población mediante programas sociales, o subsidios efectivos. Esta duda aún sigue en el aire y no hay una respuesta precisa.

C.

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